domingo, 19 de mayo de 2013

A mí me gustaría que Rivas fuera un MOOC.

Se habla mucho hoy de "Smart cities", las ciudades inteligentes. Hace cuatro días, en un post de Soraya Panigua pude leer: "tras ocho años y ocho millones de euros de inversión, Rivas se sitúa a la vanguardia de las ciudades inteligentes", como si la mera introducción de tecnología hiciera las ciudades más "inteligentes". 

¿Qué convierte, entonces, a las ciudades en "Smart cities", ciudades inteligentes?. 

Esteban de Manuel Jerez, Arquitecto y Profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla, describe los pueblos blancos de Andalucía como un ejemplo "low-tech" de ciudad inteligente, por su adaptación a las condiciones climáticas, por su eficiencia en el uso de los recursos, incluso por su belleza plástica...

También hay un referencia a este tándem "ciudad inteligente" y tecnología, en la entrevista de Borja Bergareche a Saskia Sassen, socióloga de la Universidad de Columbia y una autoridad en el estudio de la globalización y el fenómeno urbano. Para Sassen, galardonada, precisamente este 15 de mayo con el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, la genuina inteligencia de las ciudades no pasa por la introducción de muchas tecnologías: "para que la tecnologías disponibles realmente alimenten las ciudades, la tecnología debe reflejar el conocimiento de los habitantes de la ciudad".

Cada uno de nosotros disponemos de un talento y de un conocimiento propios, de una inteligencia individual. Todo ese conocimiento está en la raíz de una inteligencia colectiva que no constituye una simple suma, sin embargo, de las individuales. A  mi juicio, la inteligencia colectiva de la ciudad, su capital social, será fruto, entre otros factores, del grado de colaboración y de la calidad de la convivencia de sus ciudadanos/as, que dependerá, a su vez, por ejemplo, del mayor o menor equilibrio entre ciudadanos/as, empresas e instituciones o de la mayor o menor integración de su conocimiento y experiencia en la construcción del  modelo de ciudad...

De cómo las ciudades ejerciten esa inteligencia colectiva, de su capacidad para crear capital social, capital comunitario se podrá hablar de ciudades de inteligentes o no. Para Esteban de Manuel este ejercicio de la inteligencia colectiva tiene un contenido ético y político y constituye un proceso más social, cultural, político que tecnológico. 

Ejercitar la inteligencia colectiva estaría vinculado, así, a la presencia de una ciudadanía activa, a la reivindicación y la recuperación de lo público y de espacios relacionales de calidad donde sea posible una participación ciudadana realmente transformadora. 

El gran filósofo de la inteligencia, el escritor José Antonio Marina, también ha aplicado su concepto de la inteligencia a las ciudades que serán inteligentes en la medida en que favorezcan la consecución de los grandes deseos del ser humano (el de la supervivencia, el del disfrute, el de la vinculación social y el de la ampliación de las posibilidades vitales, -sobre este tema escribí en otro post-) y posean un alto capital social y comunitario. 

Para mí, una ciudad será inteligente cuando procure un cierto grado de confort y bienestar para sus ciudadanos/as (para satisfacer ese inefable deseo de seguridad), pero que al mismo tiempo también les espolee y promueva su desarrollo personal y comunitario, impulse la iniciativa y la innovación. Una ciudad inteligente será capaz de crear un entorno inspirador, estimulante y generador de valor para sus ciudadanos/as incluidos/as sus empleados/as públicos. Yo lo soy. 

Relacionado con todo esto, finalmente, pienso que, junto a la capacidad de crear capital comunitario y de tejer una red de conexiones ciudadanas que sobrevivan a la pura lógica del mercado, el aspecto más importante de la inteligencia de la ciudad tiene que ver con la confianza. La confianza en la ciudadanía para resolver sus problemas. La confianza en el talento ciudadano y en la promoción de su co-responsabilidad en la búsqueda de soluciones pacíficas y creativas a sus problemas. Sin esa "confianza" creo que nos encontraríamos con un ejercicio pasivo y mediocre de la ciudadanía. Esa confianza es una conquista de la "inteligencia colectiva" porque, en verdad, que gran parte del aparato administrativo está basado en la desconfianza, en una especie de "guerra preventiva" contra el/la ciudadano/a...

En su maravilloso blog sobre innovación social, Guadalupe de la Mata señala que "la Innovación social es un concepto en construcción, que engloba iniciativas que buscan nuevas formas de satisfacer las necesidades sociales que no están adecuadamente cubiertas por el mercado o el sector público o de producir los cambios de comportamiento necesarios para resolver los grandes retos de la sociedad". 

Una ciudad que promueve la innovación social e impulsa la inteligencia colectiva es una ciudad inteligente. Más aún, una ciudad viva y también más "humana".

A mí gustaría que Rivas fuera un MOOC
Los MOOC son los cursos online, masivos y abiertos (Massive Online Open Courses). En este tipo de formación abierta, una tendencia imparable en el terreno del  e-learning, la creación del conocimiento se basa en el establecimiento de conexiones, configurándose así las plataformas como entornos de aprendizaje abiertos con la posibilidad de que cientos, o miles de personas puedan acceder a la formación. 

Se me antoja un proceso parecido en las ciudades inteligentes,  que se sirven de la tecnología, no como un fin en sí mismo, sino para abrirse al mundo, para conectarse y conectar a los/as ciudadanos/as, para crear conocimiento y posibilidades. 



Experiencia de inteligencia colectiva. Mira este vídeo del encuentro entre estudiantes del Instituto Julio Pérez de Rivas y un grupo de empresarios/as de Rivas: RIng., Rivas Networking. 


Una web muy interesante sobre los MOOC

1 comentario:

  1. Nada es perfecto. Tampoco lo es la organización del Estado y su Administración Pública.

    No porque sea cierta la premisa anterior, debemos dejar de creer en el Estado y en los principios que lo soportan. No creo que exista esa desconfianza del “aparato administrativo” frente al ciudadano, ni que se esté tramando una “guerra preventiva” contra él. Más bien al contrario: en los años que vivimos hay grupos de poder que se encargan de alimentar la idea de que el Estado es pernicioso y debe retroceder en recursos, esgrimiendo argumentos basados en el despilfarro para tratar de probar su presunta ineficacia en la resolución de los problemas que azuzan a los ciudadanos.

    El nivel de bienestar alcanzado en la actualidad en las sociedades occidentales, por más que ahora se tambalee a consecuencia de la crisis económica que se ha instalado en nuestras vidas y parece que no se va, es el mayor alcanzado a lo largo de la historia de la humanidad. Este hecho no ha venido solo. Ha sido resultado de un gran esfuerzo de generaciones pasadas, hecho realidad a través de los instrumentos del Estado.

    La “inteligencia colectiva” de la que hablas necesita ser canalizada de una manera ordenada y, sólo a través de los instrumentos de lo público, es como puede hacerse valedora y eficaz, para transformar la realidad que vivimos.

    Debemos hacer un importante ejercicio de responsabilidad colectiva, tratando con respeto al Estado y su Administración para que recupere ese “prestigio perdido”: los ciudadanos, de una parte, creyendo en que la Administración sirve con objetividad los intereses generales y actúa de acuerdo con el principio de eficacia, entre otros, (art. 103.1 Constitución Española) y las instituciones en que se concreta el ejercicio de poder, de otra, demostrando al conjunto de la ciudadanía su compromiso como servidores públicos, en la realización del interés general.

    Fdo.: Una defensora de lo público

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